miércoles, 3 de septiembre de 2014

Pablo se llama Pablito, lleva un Lobito.

Las musas no existen. Los lobitos sí.

El otro día abrí un archivo de Pablo y Lobito del año ¡2008!
El camino del libro es largo. Siempre hay dudas, equivocaciones, aciertos, regresos, silencios. A veces más, y a veces menos. Nunca acabarías. Cierras un libro cuando tienes fecha de imprenta. Allí, paras. Pero después, estas idas y venidas del libro dejan matices que permiten conectar con otra persona.

La crónica del proceso de trabajo.

Cuando abrí este link me puse a reir y quien estaba a mi lado se puso triste. Eso me inquietó, y empecé a montar una historia a partir del grito.

Hablar de los miedos, la bestia, la parte oscura de cada uno tiene un lado obvio, fácil, moralizante que no quería para nada en este libro.
Jugar con texto y ilustración al mismo tiempo me hacia mover los espacios donde quería ilustrar. 
Puedes llorar en un texto, pero si lo haces al mismo tiempo con la ilustración que acompaña al texto, eso lo hace evidente, fácil, ñoño, cursi.



¿Dónde encontrar el punto justo?, ¿cómo?, ¿en todas la páginas?, ¿y por qué no ser cursi?, ¿por qué tanto miedo a oír que estaba haciendo un libro de autoayuda si yo no lo veía así? ¿por qué me molestaba más ese comentario que cualquier otro?

Aparte de las dudas tenía la sensación de narrar poco. Por otro lado era cómo alargar un poema y perder su poesía. ¿Me estaba metiendo en un callejón sin salida? Había hecho camino y habían cosas que me gustaban. No quería renunciar a continuar probando.  
Decidí que la sugerencia estaría en la imagen. Pasé de las 10 o 12 páginas que me daba de sí el grito, a algunas paginas más al introducir un personaje nuevo. Leí sobre la vida de Charlie Rivel, el payaso de mi infancia y del auuu, y una anécdota que leí de él me llevó a compartir el grito con alguien. Allí sentí que narraba un poco más.

Fue entonces cuando el editor me dio el OK. Ya tenía fecha de edición, pero entonces fui yo quien no lo vió claro.
Después de un tiempo, entrar de nuevo en un trabajo, cuesta. Recorres el mismo proceso de trabajo que ya habías hecho y que no recuerdas. Cuando llegas ahí, sabes que vuelves a empezar. Hay más distancia y te sientes fuerte para decidir lo que mantienes, lo que eliminas y volver a trabajarlo.

Tenía dudas, muchas.
El editor me dijo que no me preocupara de analizar, de entretenerme en cosas que me habían preocupado en todo el proceso y que él veía resueltas o sin importancia. Yo estaba obsesionada con la forma gráfica del Lobito. Para mi el Lobo era Lobito y no Lobo feroz, pero el Lobo formaba parte de la misma realidad. No tenía claro si la gráfica tenia que ser más agresiva y sacar más a la bestia que a los miedos personales.
El editor me comentó que no importaba eso. La bestia, el miedo, el lado oscuro, el hombre lobo, la luna, es un todo. Todo está ahí mismo aunque saques formalmente un aspecto más que otro.
Confié en sus comentarios. Una vez cerrado completamente el texto, me dejé llevar por la sugerencia. Empecé a encontrar los espacios abiertos que había dejado en el texto y comencé a sentirme cómoda.
Pero hice 3 imágenes nuevas, eliminé una doble página ilustrada, distribuí el texto de otra forma, repasé detalles de los personajes... vaya casi casi cómo empezar de nuevo,  y el resultado está aquí.

La ilustración de la cubierta también tiene dos opciones hasta el último momento. Decidimos una opción y esa se convirtió en un ir y venir de comentarios de la luna. Pensé que la luna en México era otra a la de Barcelona. No veíamos lo mismo. Parceía mentira que después de cerrar el interior la portada costara tanto por mi parte. El editor tiene la última palabra en la portada siempre. Y pienso que ha de ser así.

De lo único que estoy segura es que las musas no existen. También estoy segura que Pablo lleva un Lobito en sus labios. Entremedio hay un montón de idas y venidas que hacen el camino del libro a veces atractivo, a veces absurdo, a veces desolador y a veces fantástico. Todas juntas se me hacen irresistibles siempre. Estoy tocada por los libros, cómo mi vecino de un par de añitos últimamente lo está con su IPAD nuevo, que veo desde mi ventana, o Juan, el quiosquero de mi calle, de su equipo de fútbol que nunca gana la liga.

A fecha de hoy, Pablo y Lobito entrará en la imprenta en pocos días. Estoy emocionada. Ahora ya no es mío, es de todos. Y Pablo para mí, después de un afortunado error en la corrección de textos, se llama Pablito porque lleva un Lobito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario